Cidalia Vega De Chipana

Cidalia Vega Cavero nació un 22 de abril de 1947 en Ica, Perú, en una tierra que sabe de soles eternos y vientos cómplices. La luz y el calor parecieron conspirar para darle la bienvenida, como si la propia naturaleza intuyera la grandeza callada de su destino. Hija de Francisco Vega Guzmán y Eleuteria Cavero Castro, creció junto a sus hermanos Elna, Panchi, Daniel y Mirta, con quienes aprendió que la familia no es solo la sangre compartida, sino la risa cómplice y la memoria común de los días felices. Eligió la Profesión de Odontología como quien elige un destino y no una profesión: con la certeza de que cada sonrisa que devolvía al mundo era una forma de trascender, de quedarse un poco más en el tiempo. En Ica, Chincha y Tacna, su talento se volvió testimonio. Durante cuarenta años, en el Centro de Salud Alto de la Alianza, cultivó no solo sonrisas, sino confianza, alivio, gratitud. Y es que hay quienes dejan huella con sus palabras, y hay quienes, como ella, lo hacen con el esmero de unas manos que sostienen, curan y embellecen. El destino, tan caprichoso, tan magistral en su manera de enlazar los caminos, le regaló a Arnulfo, no como un encuentro, sino como un reencuentro de almas que ya se conocían. Con él compartió los días, los silencios, las certezas de quién sabe que el amor es menos promesa que presencia. Caminaron juntos, paso a paso, sin prisa y sin miedo, y ahora, en el horizonte donde todo se une, han vuelto a encontrarse para no soltarse nunca más. De ese amor nacieron Anacely, Grover y Norman, y con ellos, una descendencia que siguió multiplicando la luz. Sus nietos, Dayana, Pablo Junior, Sara Sofía y Franco, fueron la prolongación de su risa, la alegría con la que el tiempo la premiaba. Pero en su corazón, tan grande que nunca conoció límites, hubo un lugar especial para Valentino, el nieto de su hermana, a quien quiso como a un propio, con ese amor que no entiende de formalidades ni distancias, sino de latidos. Y no solo ellos fueron su alegría. Sus sobrinos, a quienes quiso con un cariño tan entrañable como el de una madre, guardarán para siempre su dulzura, sus palabras de aliento y esa manera suya de hacer sentir a todos parte de su gran familia. Porque un hogar no solo lo hacen las personas, sino también esos seres que, sin hablar, nos enseñan el lenguaje más puro del amor. Chuchita y Fufo, dos pequeñas almas de cuatro patas, completaron su mundo con su lealtad silenciosa, su ternura inagotable y esa presencia que llenaba los espacios como una caricia. Los últimos meses los vivió en Chicago, EE.UU., rodeada de los suyos junto a sus hijos Grover, Norman y su nuera Sara, entre recuerdos que nunca pesaron y una sonrisa que jamás la abandonó. Fue madre, esposa, hermana, amiga y cómplice de la vida. Y ahora, cuando ya no la vemos pero la sentimos, sabemos que sigue con nosotros: en la brisa que acaricia, en la luz que titila, en la risa que de pronto se escapa sin razón aparente. Siempre estarás aquí, Cidalia, en la ternura de quienes te amamos. En el eco de las palabras que no se apagan. En cada sonrisa que sigue floreciendo gracias a ti.

Cidalia Vega De Chipana

April 22, 1947 - March 4, 2025